Bienvenidos A la Guarida de los Chicos Burbuja...

Bienvenidos A la Guarida de los Chicos Burbuja...


Hace treinta años, Un cientifico loco invento un rayo laser que hacía que los Objetos Cobraran Vida; y Por un error, Un mono, la mascota del profesor, Acciono el rayo contra una fabrica de Esponjas. Desde entonces las esponjas cobraron vida Obteniendo el control Y Dominando El mundo. Absorviendo todo a su paso, estas Esponjas han estado alimentandose y creciendo, Solo nosotros; los Chicos burbuja, hemos adquirido poderes y Luchamos contra Las agujas, y las Fuerzas esponjosas Del Mal. Pues solo nosotros, al estar cubiertos por burbujas gigantes de Cristal somos inmunes al Poder Super absorvente de las Esponjas malignas (Además de los Paquidermos, Que tambien son inmunes Gracias a su inmenso tamaño)... Hemos encontrado Una cueva en donde nos guarecemos. Gracias tambien a las esponjas, Casi todos los objetos Tecnologicos han desaparecido, Solo hemos podido salvar dos viejas computadoras y un Micro transmisor avanzado que permite que Nos comuniquemos con el pasado a traves de internet, Y Somos nosotros, la guarida numero 568, los encargados de Entretener a los demás Chicos burbuja.

Attentamente: El Profesor burbujesio, Encargado De la guarida 568 y 569

Fecha: 5/11/4005




Noveno Boletín Futuresco Burbujesco

Mini relatos de muerte y obesidad:

En toda época, desde que las esponjas controlan el mundo, se han creado una especie de relatos, que narran la muerte de personas obesas, generalmente por un golpe en el cuello, pero estos escritos han desaparecido en su mayoría. Nosotros logramos recopilar cuatro escritos bastante viejos.

Relatos:

La mujer vulgar, gorda como pocas, resbalando a cada paso, a trote pesado gritaba, su voz gruesa asustaba a las mujeres escocesas, su paso era tan lento que si no fuera por su voz  y su sombra no se vería su llegada a pesar de su tamaño. La mujer vulgar, llevaba un vestido azul, transparente, llevaba joyas al cuello y en las piernas brazos y cabeza, que se movían ruidosamente al avanzar ella, a quien la mirase ella le gritaba: el cerdo avanzaba, cantando neciamente y de repente resbaló rompiéndose el cuello en lo que todos exclamaban y aplaudían llorando de felicidad. Al fin había terminado la existencia atroz de la mujer vulgar.

El hombre ballena, obeso como pocos, se reñía a si mismo su existencia lamentable, lloraba en un rincón lamentándose, llevaba puesto un babero vulgar y unos calzones muy justos, lloraba pues al levantarse caía y a quien pidiese ayuda se reía de él, seguiría ahí varias horas hasta decidirse por irse arrastrando a su casa, algo muy dificultoso, y cuando avanzaba por las calles aquel calvo gordo todos reían y el chillaba rojo de dolor. Pero entonces llego un conductor distraído que saliéndose de su curso lo atropelló por el cuello, matándolo. Todos dejaron de reír y se dispersaron, dejándolo desamparado y triste aun estando muerto.

La niña morada, de gran trasero y obesa como pocas, morena y con el cabello casi a rapa, tanto que se confundía con un niño, reía mientras jugaba con un caballo de madera, en un terreno en construcción, pero cansándose se sentó un rato, y continuo riendo mientras los trabajadores la miraban y susurraban cosas de ella en otro idioma, la niña era fea como pocas, llevaba una blusa y una falda corta, que remarcaban su gordura, la niña dejó de reír exhausta cuando los trabajadores comenzaron a hacerlo, entonces la niña al agacharse a recoger su caballo, cayó de donde estaba sentada rompiéndose el cuello mientras los trabajadores reían cada vez más fuerte.

El niño deforme, gordo como pocos, con los ojos saltones y la nariz chueca, cantaba una canción obscena, mientras su madre reía en otro cuarto al leer un periódico. El dibujaba una jirafa de colores, llevaba puesto una camisa holgada y unos pantalones cortos y apretados que hacían resaltar su enorme trasero, y al cantar, un perico en una jaula, que se encontraba encima de el, seguía la letra, justo al terminar de dibujar, su madre lloraba de risa más que nunca, y la jaula cayó vencida por el alambre oxidado que la sujetaba, rompiéndole el cuello y liberando al ave que comenzó a reír frenéticamente imitando a  la madre.